¡Buenos días!
La idea de este blog es narrar brevemente las anécdotas del viaje (o no brevemente, según la hora a la que empiece a escribir y lo bien que haya ido el día) de cara a que familia y amigos puedan curiosear un poco y, de paso, colgar algunas fotos de la experiencia australiana.
El primer día ha sido largo y cansado, aunque hambre no hemos pasado. Tras levantarnos muy pronto (o no levantarnos, uno de los dos pasó la noche en vela) tocó encaminarse al aeropuerto para hacer 13 horas de vuelo hasta Singapur y luego 6 horas y media más hasta Sydney. Suerte que nos han alimentado / hidratado bien y que cuando no estábamos durmiendo nos hemos hinchado a ver películas (4 en el primer vuelo, 1 en el segundo -yo no porqué he estado durmiendo a pierna suelta-).
En Singapur sólo hemos estado de paso, pero volveremos al final del viaje. La verdad es que el aeropuerto era encantador y nos hemos quedado con ganas de ver ciudad.
Al llegar a Sydney hemos ido directos desde al aeropuerto al hotel para descargar maletas. De entrada nos ha tocado sufrir un poco. ¿Por qué? Pues porque a la señorita de recepción le extrañaba tanta cancelación -puesto que es lo que hacemos para mejorar el precio en booking, cancelar cuando hay una oferta mejor- y casi nos deja sin habitación... ¡suerte que finalmente sólo se quedó en un susto! Eso sí, ha tenido que llamar a booking para asegurarse sí o sí que teníamos reserva, ¡por confianza que no quede!
Cansados como estábamos, la ruta planificada era corta y sencilla. Visitar la Sidney Tower Eye -al lado del hotel- de cara a ver Sydney desde las alturas (300m) y cenar en la misma torre. La experiencia estuvo bien. Empiezas viendo un corto en 4D que está entretenido y luego para arriba directo. Al estar lloviznando estaba muy tranquilo y no había ninguna cola importante. Eso sí, proporción de europeos/americanos = 5%, proporción asiática = 95% (a los que les encanta hacer fotos con flash delante de un cristal, ¡ya verás cuando las repasen en casa!).
La idea de este blog es narrar brevemente las anécdotas del viaje (o no brevemente, según la hora a la que empiece a escribir y lo bien que haya ido el día) de cara a que familia y amigos puedan curiosear un poco y, de paso, colgar algunas fotos de la experiencia australiana.
El primer día ha sido largo y cansado, aunque hambre no hemos pasado. Tras levantarnos muy pronto (o no levantarnos, uno de los dos pasó la noche en vela) tocó encaminarse al aeropuerto para hacer 13 horas de vuelo hasta Singapur y luego 6 horas y media más hasta Sydney. Suerte que nos han alimentado / hidratado bien y que cuando no estábamos durmiendo nos hemos hinchado a ver películas (4 en el primer vuelo, 1 en el segundo -yo no porqué he estado durmiendo a pierna suelta-).
En Singapur sólo hemos estado de paso, pero volveremos al final del viaje. La verdad es que el aeropuerto era encantador y nos hemos quedado con ganas de ver ciudad.
Al llegar a Sydney hemos ido directos desde al aeropuerto al hotel para descargar maletas. De entrada nos ha tocado sufrir un poco. ¿Por qué? Pues porque a la señorita de recepción le extrañaba tanta cancelación -puesto que es lo que hacemos para mejorar el precio en booking, cancelar cuando hay una oferta mejor- y casi nos deja sin habitación... ¡suerte que finalmente sólo se quedó en un susto! Eso sí, ha tenido que llamar a booking para asegurarse sí o sí que teníamos reserva, ¡por confianza que no quede!
Cansados como estábamos, la ruta planificada era corta y sencilla. Visitar la Sidney Tower Eye -al lado del hotel- de cara a ver Sydney desde las alturas (300m) y cenar en la misma torre. La experiencia estuvo bien. Empiezas viendo un corto en 4D que está entretenido y luego para arriba directo. Al estar lloviznando estaba muy tranquilo y no había ninguna cola importante. Eso sí, proporción de europeos/americanos = 5%, proporción asiática = 95% (a los que les encanta hacer fotos con flash delante de un cristal, ¡ya verás cuando las repasen en casa!).
Finalmente bajamos a la base de la torre para volver a subir y cenar en el Restaurante 360, una buena opción (aunque algo cara) donde pudimos disfrutar de un par de copas y una deliciosa cena a base pasta, ostras y pescado. El restaurante, en honor a su nombre, no paraba de girar para descubrir la ciudad a los comensales. Una preciosa noche que hemos culminado a las 10 cuando nos hemos dirigido al hotel (que el cuerpo ya pedía un descanso).
No hay comentarios:
Publicar un comentario